Probablemente, cuando una persona cualquiera escucha la palabra tarahumara, la imagen que le viene a la cabeza es la de un grupo indígena que habita la sierra de Chihuahua, que recorre a pie y con huaraches grandes distancias, y cuyas mujeres usan vestidos coloridos. Quizá también asocie el término con nombres propios como los de Lorena Ramírez o Silvino Cubesare, ultramaratonistas de prestigio internacional.
Lo cierto es que los tarahumaras o rarámuris son algo así como un puente con nuestro pasado y con los valores que quisiéramos recupera. Con el correr de los siglos han permanecido no solo fieles a sus tradiciones sino también a su esencia. La modernidad, con su cultura global, tecnología digital y consumismo desbordante, parecería haber conquistado o permeado en cada rincón del mundo, no así en la Tarahumara donde el tiempo transcurre de manera alternativa.
Repartida en unos 130 mil kilómetros cuadrados de terreno sinuoso y dominado por profundos cañones, hoy la población tarahumaras se estima en 85 mil, número no muy diferente de los 50 mil que habitaba por esos lares a principios de los años setenta.
El ramámuri o el del pie que corre vive insertado en la naturaleza, su vecino más cercano está de entre 3 a 5 kilómetros de distancia. De ahí que se sienta, más bien, parte de lo que lo rodea y no dueño de las montañas, los ríos o, inclusive, de otros animales. Para él, las mariposas y las luciérnagas son las almas de los muertos. De ahí también que su estilo de vida sencillo, contemplativo y frugal sea, además, sustentable.
La mayor parte de sus actividades cotidianas tienen algún significado religioso o espiritual. Para él, bailar es otra forma de rezar. Mientras que beber tesgüino (bebida alcohólica hecha a base de maíz) tiene un componente ritual. Las tesgüinadas son eventos sociales en los que participan tanto hombres como mujeres. Sirven para crear comunidad y suelen formar parte de alguna ceremonia como, por ejemplo, aquella en la que se le pide a Dios una buena cosecha o lluvias. También se organizan tesgüinadas antes de iniciar con alguna labor cooperativa como sembrar, construir cercas o casas.
Son varios los factores que le han permitido a este pueblo preservase a lo largo del tiempo. Uno decisivo es el consenso colectivo: los asuntos relevantes para la comunidad se discuten y resuelven por consenso y no por mayoría de votos. Por ejemplo, hoy, cuando viven momentos críticos a causa de la pandemia y la tremenda sequía, se dan el lujo de rechazar ayuda de empresas trasnacionales porque consideran que los valores de éstas no están en línea con los propios. De igual forma, suelen rechazar todo aquello que pudiera traerles desigualdad social, alteración a su sistema social o dependencia del exterior.
Paloma Ramírez es escritora, crítica social y correctora de estilo. Colabora en el periódico Mural con una columna editorial. Tiene una maestría en Literatura por la Universidad de Warwick y una licenciatura en Economía por la Universidad de las América-Puebla.