El día en que el actual Presidente de la República fue democráticamente elegido, escribí una columna que intitulé “¿Cumplirías?”, en alusión a que como ciudadanos estamos siempre pendientes de que las autoridades electas cumplan sus promesas de campaña y, por supuesto, cumplan con cumplir y hacer cumplir la ley vigente. Este legítimo deseo ciudadano es una parte de la ecuación. El ciudadano común, que el día de la votación refrenda su rol cívico, también hace una promesa: ser ciudadano, es decir, un sujeto con derechos y obligaciones, de ahí que mi pregunta “¿cumplirías?” es exhortar al mexicano que nada más espera el cumplimiento del otro, a que reflexione si está dispuesto a cumplir la ley.
También he sostenido públicamente que no tenemos el gobierno que merecemos, tenemos el gobierno que somos. Si consideramos que los gobernantes salen de la sociedad, lo que tenemos es una representación de social, con sus virtudes y defectos. Sin ser una generalización, de una sociedad donde abunda la corrupción, saldrán gobernantes con esas características. El camino al buen gobierno pasa entonces por ser una buena sociedad. Pretender que el cambio social sea al revés es una ilusión, es esperar que la cola mueva al perro.
Me entusiasma conocer iniciativas como “El Pacto por la Integridad y el Bien Ser” pues integra varios postulados que son fundamentales para un cambio social. Es de aplaudir que integre, desde su concepción filosófica, el reconocimiento del comportamiento cotidiano como un agente de cambio. Dice textualmente: “Pactamos con nosotros mismos y entre nosotros para propiciar un cambio social que gire en torno a la integridad, con cambios de comportamiento y actitudes a las situaciones cotidianas, públicas y privadas a las que nos enfrentamos.” ¡Ahí está el “¿cumplirías?” para el ciudadano, la semilla para que se de cuenta de que, si él no cambia desde lo ordinario, nada cambia, mucho menos lo extraordinario. Además, este Pacto no sólo contempla al ciudadano, integra una trilogía con el empresariado y con los servidores públicos, los tres, pilares sociales de la transformación.
No puedo dejar de enfatizar la importancia que tiene el poner en la mira los actos cotidianos y aparentemente banales, como piedra angular para iniciar un comportamiento mayúsculo. Si no somos capaces de cambiar en lo menor, no podremos cambiar lo mayor. Los pequeños actos de corrupción e ilegalidad llegan a normalizarse de tal forma que los ciudadanos lo ven como algo cotidiano, algo que sucede todos los días y que “es así” una costumbre que “todos lo hacen”. Esta normalización constituye lo que antropológicamente se conoce como un código cultural, esto es, una serie de instrucciones no escritas que, a modo de tradición, rituales, formas y costumbres, se usan en determinado grupo social para enfrentar la cotidianidad. Estacionarse sobre la raya amarilla y cerca de las escaleras del centro comercial de moda es muy cómodo, también es la semilla a un acto de corrupción creciente. Suena exagerado, lo sé, pero un delincuente inicia incumpliendo la ley en lo menor y va gradualmente avanzando hasta ser lo que llega a ser. Despreciar los pequeños actos cotidianos es la ceguera social que necesitamos quitarnos, por eso celebro y aplaudo que un llamado social lo reconozca.
La gran meta de transformación de la actual administración federal es acabar con la corrupción. Todos apoyamos eso, o casi todos, me queda claro que a varios les perjudica en sus intereses. Acabar con la corrupción implica entender que no sólo debe hablarse de la corrupción en el poder o desde el poder, sino de la corrupción ciudadana, esa que corrompe la ley con un (aparentemente inofensivo) acto transgresor, sobre todo en materia de movilidad. Desde que el Presidente Peña dijo que la corrupción era cultural, muchos se le fueron a la yugular. La realidad es que no supo explicarlo y sí, tiene toda la razón ¡la corrupción es cultural! Entendiendo por “cultural” no a lo mexicano, ni nuestras raíces prehispánicas, mucho menos lo genético, cultural en la acepción de que es la forma en que nuestra cultura (sustitúyase por “sociedad”) dirime sus conflictos cotidianos. Cultural porque la práctica se la pasamos a nuestros hijos con el ejemplo. Cultural porque es sistémica, no es que esté en la persona, está en el sistema. Por eso en el trillado ejemplo, un mexicano cruza la frontera hacia EEUU y se porta bien, respeta al peatón, no se pasa el semáforo en rojo, usa el cinturón de seguridad. En esta persona no cambió nada, cambió el sistema, y los sistemas cambian conductas.
¿Cumplirías? es una forma de preguntar ¿te sumas al pacto?
Sólo con el concurso de los actores sociales es posible el cambio, uno que venga desde donde tiene que venir, desde las bases de la sociedad. La semilla está echada, nos toca regarla.
Eduardo Caccia es escritor, conferencista, aprendiz de antropólogo, consultor de marcas y de innovación para empresas y organizaciones (lícitas) de toda índole.
Es verdad a los mexicanos nos falta cultura en nuestro pais, Como se cita en el escrito si vamos a otro pais aceptamos todas sus reglas, pero si estamos en nuestra casa las omitimos y se hace lo que uno quiere, debemos de cambiar esa cultura, que nuestros hijos la asimilen para que se superen y que los cambios realmente se vean y sean institucionales. Felicidades
De acuerdo. Yo acepto el reto y me sumo! Abrazo
Completamente de acuerdo en que los ciudadanos, servicios y empresariado tenemos que cambiar y enseñar a los hijos a ver que los actos cotidianos llevan a un buen cambio y así contribuir a que termine la corrupcion, colaborar con el gobierno que por sí solo no puede cambiar.
SI ME SUMO AL PACTO.
Completamente de acuerdo en que los ciudadanos , servicios y empresariado , tenemos que cambiar y enseñar a los hijos a ver que los actos cotidianos llevan a un buen fin y así colaborar a terminar con la corrupción junto con el gobierno que por sí solo no puede.
SI ME SUMO AL PACTO.
Estoy 100%de acuerdo y comparto este pensamiento
Muy interesante Lalo, sería muy importanre hacerla extensiva a otras localidades. Creo que ahora más que nunca se requiere sociedad civil.
Muy bien dicho! Tienes toda la razón, el cambio empieza en uno mismo y la responsabilidad está en cada uno de nosotros antes de esperarla en el otro. Vivir con integridad posiblemente sea el reto más grande con el que nos enfrentaremos en nuestra experiencia de vida.
Coincido completamente con Eduardo, urge que dejemos las críticas de café o en estos tiempos de pandemia, vía video llamadas o redes sociales, cualquiera que fuere pidiendo el cambio mágico de otros cuando debemos de estar dispuestos a cambiar desde nosotros mismos y con la fuerza de la colectividad